La Paz, octubre de 2025. — A pocas horas del balotaje presidencial, Bolivia vive una situación crítica. Largas filas de vehículos se registran en todo el país ante la escasez de diésel y gasolina, mientras la población expresa su creciente indignación frente a la incapacidad del Gobierno y de la clase política para resolver una crisis que golpea directamente a la economía nacional.
En las principales ciudades y regiones productivas, los surtidores amanecen colapsados.
Transportistas, comerciantes y ciudadanos esperan durante horas —e incluso días— para conseguir un poco de combustible.
La falta de diésel ha paralizado el transporte de carga, afectando el abastecimiento de alimentos y encareciendo los precios en los mercados populares.
El país, virtualmente paralizado, enfrenta una de las peores crisis energéticas de los últimos años. Los sectores productivos están detenidos, la inflación continúa en aumento y el dólar escasea en el mercado.
El malestar social se extiende: protestas, bloqueos y marchas se multiplican en diferentes regiones, especialmente entre transportistas, gremiales y agricultores, que exigen medidas urgentes para garantizar el suministro de combustibles y reactivar la economía.
La crisis energética ha puesto en evidencia la falta de planificación y la improvisación del Gobierno. Analistas advierten que Bolivia atraviesa un colapso estructural del modelo económico, basado en la dependencia de los hidrocarburos, sin inversión en exploración ni industrialización. Hoy, el país que alguna vez exportaba gas, lucha por conseguir suficiente carburante para su propio consumo interno.
A pocas horas de la elección presidencial, el clima político está marcado por la frustración y la desconfianza. La población ve con escepticismo a los candidatos que, pese a las promesas, no presentan soluciones reales para enfrentar la crisis energética ni para frenar la inflación que asfixia a las familias.
“Bolivia no puede seguir viviendo de parches y discursos vacíos. Necesitamos un plan serio, un gobierno que piense en la producción, el empleo y la soberanía energética”, expresan los ciudadanos en las calles.
El país llega al balotaje entre el cansancio y la desesperanza, con una economía debilitada, sin combustibles y con un pueblo que exige un cambio real antes de que la crisis se vuelva irreversible. (FAUSTO COLPARI)