Caracas, Venezuela – Los resultados de las elecciones del 28 de julio, que ratifican seis años más de Nicolás Maduro en el poder, han generado protestas en sectores que pocas veces han mostrado descontento con el Gobierno. La presión se traslada de las urnas a las movilizaciones, mientras las ciudades se blindan con militares y colectivos armados.
El reclamo de los seguidores de la oposición sigue vigente en las calles de Venezuela. Tras conocerse los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE) sobre los comicios del 28 de julio, una parte de los ciudadanos grita "fraude" y demanda la publicación de las actas electorales.
Las marchas, que han surgido desde que se conoció el resultado electoral, se iniciaron luego de un gran ‘cacerolazo’ que comenzó en Petare, una barriada popular de Caracas, con más de 500.000 habitantes y tradicionalmente un bastión chavista.
Luego de hacerse viral el video de los petareños tocando cacerolas y saliendo a manifestarse por las calles de la capital, otros venezolanos inconformes con la permanencia de Nicolás Maduro en la Presidencia seis años más, decidieron unirse a la protesta.
n Venezuela, cuando las clases populares protestan se dice que ‘bajaron los cerros’. Y así se ha visto desde el 29 de julio, 35 años después de la última vez, cuando ocurrió el recordado 'Caracazo'. En ese momento fue para revelarse por las medidas económicas impuestas por el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez. En esta ocasión para pedir la renovación de un Gobierno que lleva casi 12 años en el poder.
Irene Edimar, una mujer de 42 años, es una de las manifestantes. En una mano sostiene la bandera de Venezuela y en la otra a su perro. “Ver que la gente del barrio se levantó nos da fuerza. Yo vengo de Petare. Viví cinco meses en Estados Unidos y no pienso irme del país otra vez. Debe salir la verdad, los venezolanos nos merecemos la verdad".
El aplomo de ciudadanos como Irene le dio ánimo a Coromoto Gamboa, una mujer de 58 años, de clase media, para unirse al reclamo. “La gente pobre salió de Petare, ellos nos dieron este ánimo tan arrecho”. Esta es la primera ocasión que se anima a protestar. “Yo no espero irme de aquí. Lucho para que mi hija que vive afuera, en Panamá, pueda volver”.
Entre camisetas blancas, banderas tricolor y cantos en contra del Gobierno, David Rebanales, estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela, invita a los descontentos a presionar por la totalidad de los resultados.
“Espero que todos salgan a la calle, somos muy pocos y la presión está en las calles. La comunidad internacional debe seguir haciendo presión”. A sus 24 años quiere dar la pelea, pero no descarta la posibilidad de irse del país si sus esfuerzos son en vano.
Como David, Óscar, un mototaxista que vive en Ecuador desde 2017 y que retornó para votar, alza su voz en estas nuevas manifestaciones, pero con cautela. Participó en las marchas de 2017 y sufrió secuelas: “Casi pierdo la vida por la represión. Yo marchaba en esa época y vi morir a un pana (amigo). Tengo a mi familia dividida, para muchos después de esa represión no quedaba mucha esperanza en este país”.
Las protestas del 2017 dejaron un saldo de 163 fallecidos, casi 3.000 heridos y 1.351 detenidos, de acuerdo con el registro de la ONG Foro Penal. Ahora, en apenas unas horas de descontento en las calles, en los últimos días de julio tras las elecciones, la misma institución ha registrado 11 muertes y 132 arrestos.
Ligia Bolívar, la presidenta de Alerta Venezuela, una organización de Derechos Humanos basada en Colombia, señala que las manifestaciones que se están presentando son muy distintas a las de 2014 y 2017. “No me refiero a lo cuantitativo sino a lo cualitativo.
En años anteriores había disconformidad, por la corrupción y otros factores. En este momento hay un fraude electoral masivo que pone la protesta social en otro nivel, lo que se está pidiendo es el respeto a la voluntad de la mayoría de la población”.
También agrega que "ha habido represión y detenciones, con una narrativa que no tiene ninguna base, porque no han presentado pruebas de que quienes protestan son conspiradores".
Para Bolívar, lo importante es ver si el malestar social logrará influir en la comunidad internacional. "Ellos son los únicos que pueden conseguir una negociación para encontrar una salida pacífica donde el Gobierno, primero, muestre las actas, luego acepte la derrota y, por último, entregue el poder", sostiene.