La Paz, Bolivia. — La crisis política en Bolivia se agrava mientras crecen las acusaciones contra el vicepresidente Edmand Lara, señalado por múltiples sectores sociales y analistas de proteger abiertamente al exmandatario Evo Morales, pese a sus permanentes intentos de desestabilización contra el presidente Rodrigo Paz.
En medio de una confrontación interna sin precedentes, Lara dedica sus transmisiones diarias en TikTok a atacar al presidente Paz, desautorizar decisiones del Gobierno, pedir renuncias de ministros y lanzarse como "fiscal moral" del país.
Sin embargo, su discurso anticorrupción no se refleja en acciones reales: no existe un solo proceso penal abierto por corrupción bajo la nueva gestión y ningún político ha sido investigado o detenido por estos delitos.
Lo que más llama la atención —y provoca indignación en la población— es su silencio absoluto sobre Evo Morales, cuya influencia política y maniobras internas continúan generando tensión en el país.
Mientras Morales es acusado por diferentes sectores de “conspirar” y operar políticamente contra el presidente Paz, el vicepresidente evita pronunciarse, no impulsa ninguna investigación y tampoco menciona los conflictos internos del MAS que hoy afectan la estabilidad del Gobierno.
Diversos analistas califican esta actitud como una protección política abierta, que siembra dudas sobre la verdadera agenda del vicepresidente.
“Ataca a ministros, desautoriza al presidente, se graba todos los días en TikTok hablando de moral y transparencia… pero cuando se trata de Evo Morales, el tema desaparece. No dice una sola palabra”, señalan especialistas consultados.
Mientras tanto, el presidente Rodrigo Paz mantiene una postura de silencio frente a las agresiones constantes de Lara.
Aunque algunos interpretan esta actitud como una estrategia para evitar una ruptura institucional, otros advierten que este silencio está dejando vía libre para que el vicepresidente utilice las redes sociales como arma política, debilitando la imagen y la conducción del Gobierno.
La falta de cohesión en el Ejecutivo, sumada a la confrontación pública y a la ausencia de acciones reales contra la corrupción, incrementa la incertidumbre y el malestar social. Organizaciones ciudadanas advierten que la inestabilidad se profundiza y exigen que el Gobierno actúe para frenar lo que califican como “un doble discurso dañino y peligroso”.
La tensión entre el presidente y su vicepresidente deja en evidencia una fractura profunda en el poder, donde las ambiciones personales y los silencios selectivos están poniendo en riesgo la gobernabilidad del país.



