No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, pero hay quienes casi lo consiguen. De cara al mundo, Víctor Manuel Rocha, de 73 años, fue un exembajador estadounidense que se retiró en Miami tras una destacada carrera en cargos en América Latina, la Casa Blanca y, tras su retiro, como asesor del Comando Sur de Estados Unidos. Fuerzas Armadas de EE.UU.
En los últimos tiempos, tras una vida de tendencias conservadoras, se había convertido en un ferviente partidario de Donald Trump. Mera fachada: Rocha vivía una doble vida. Durante sus 40 años como diplomático y consultor, había actuado, según el Departamento de Justicia, como agente de los servicios de inteligencia cubanos, a los que se teme que podría haber pasado un río de información sensible sobre las actividades y planes estadounidenses. en Latinoamérica. hasta su arresto hace una semana.
El caso podría tener graves repercusiones para la seguridad nacional y las relaciones diplomáticas de Estados Unidos, dada la dilatada carrera de Rocha y los importantes cargos que ocupó, muchos de ellos en momentos clave de sus destinos: desde subdirector de la oficina de intereses estadounidenses en la Cuba de los noventa, hasta encargado Negocios en una Argentina en plena convulsión económica (1997-2000). Pasando por México y el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca (1994-1995) de Bill Clinton en plena crisis de los balseros cubanos, para concluir como embajador (2000-2002) en una Bolivia donde destacó un líder cocalero llamado Evo Morales.
Las revelaciones también revelan la capacidad de los servicios secretos cubanos para capturar agentes en puestos relevantes en la Administración estadounidense. Este caso, reconoció el fiscal general Merrick Garland, al anunciar la acusación, “expone una de las infiltraciones de mayor alcance y más duraderas por parte de un agente extranjero dentro del Gobierno estadounidense”.
El exdiplomático comparecerá este martes ante un tribunal de Miami para responder de 15 cargos como agente de Cuba desde 1981, que incluyen “acceso a información [clasificada] beneficiar” a Cuba y distribuir “esa información sin autorización”.
Se enfrenta a hasta 60 años de prisión tras reconocer su trabajo para la Dirección General de Inteligencia (DGI) de la isla en conversaciones con un agente encubierto del FBI al que conocía como Miguel. y creía que era un contacto del espionaje cubano.
Rocha, nacido en Colombia en 1950, había emigrado a Nueva York en los años sesenta con su madre viuda. Su talento le permitió ganar una beca para uno de los mejores colegios privados de Estados Unidos y codearse con niños de las clases más privilegiadas. De allí continuó hacia prestigiosas universidades: Yale, Harvard, Georgetown. Se nacionalizó estadounidense en 1978 e ingresó a la carrera diplomática en 1981. Según el pliego de cargos, para entonces ya había sido capturado por la DGI: fue durante una estancia en Chile durante el golpe de Estado contra Salvador Allende.
Los documentos de acusación no especifican cómo fue capturado Rocha, ni qué lo motivó a colaborar con la DGI. Pero la declaración de Miguel, incluida en el pliego de cargos, apunta a razones ideológicas. Lo describe como un partidario convencido del régimen del “comandante” (Fidel Castro), quien se refiere a los espías cubanos como “compañeros”.