La Paz, octubre de 2025. — A pocas horas del balotaje presidencial, Bolivia presencia con indignación el derroche de recursos y el populismo electoral que caracterizaron los cierres de campaña de los candidatos Rodrigo Paz y Jorge “Tuto” Quiroga.
Mientras el país atraviesa una de las peores crisis económicas y energéticas de las últimas décadas, los aspirantes al poder optaron por el espectáculo político y la manipulación del voto antes que por la presentación de soluciones reales.
Durante los actos de cierre, se registraron millonarios gastos en escenarios, propaganda y distribución de alimentos, incluyendo aceite, arroz, fideo e incluso plátanos, en lo que muchos ciudadanos consideraron un acto de humillación hacia la población más pobre.
En lugar de proponer políticas claras para reactivar la economía, garantizar el abastecimiento de combustibles o estabilizar la moneda, los candidatos recurrieron a prácticas asistencialistas propias de viejas campañas clientelares.
El contraste es evidente: mientras el país sufre escasez de diésel y gasolina, largas filas en los surtidores y una inflación que encarece los alimentos, la clase política gasta fortunas en propaganda.
Bolivia vive una situación de parálisis productiva, con sectores enteros —como el transporte, la minería y la agricultura— al borde del colapso por la falta de carburantes y de políticas económicas sostenibles.
Economistas advierten que la situación del país es insostenible. La caída de las reservas internacionales, la falta de dólares en el sistema financiero y el aumento de los precios básicos están provocando un deterioro acelerado del poder adquisitivo.
Las familias bolivianas enfrentan una realidad dramática: ingresos insuficientes, alimentos caros y escasa esperanza de mejora a corto plazo.
Pese a este panorama, los discursos de campaña fueron superficiales, sin contenido técnico ni visión de Estado. Ninguno de los candidatos presentó estrategias serias para industrializar los recursos naturales, atraer inversión o generar empleo. La prioridad fue captar votos mediante dádivas, sin asumir compromisos reales con la reconstrucción económica del país.
Bolivia se encuentra, así, entre la desilusión y el desencanto. La población observa cómo los políticos prometen prosperidad mientras el país se hunde en el desabastecimiento y la pobreza.
La elección que se avecina no solo definirá quién gobernará, sino también si el país continuará en la senda del populismo y la improvisación o si finalmente encontrará un liderazgo capaz de sacar a Bolivia de la crisis.