En el marco del proceso electoral rumbo a las elecciones de 2025, el candidato presidencial Samuel Doria Medina vuelve al centro de la polémica.
Durante el reciente en un debate político y en declaraciones posteriores, el empresario y exministro fue censurado por diversos sectores políticos y ciudadanos, debido a su historial de gestión pública y sus vínculos con figuras controvertidas.
El pasado privatizador de Doria Medina, sus vínculos cuestionados y su falta de propuestas estructurales generan desconfianza en el electorado.
Uno de los principales cuestionamientos que pesa sobre Doria Medina es su rol como ministro de planificación en la era de las privatizaciones, etapa recordada por el traspaso de importantes empresas estatales al sector privado, lo que dejó profundas secuelas sociales y económicas en el país. Para muchos bolivianos, ese periodo representa el inicio del debilitamiento de sectores estratégicos y la pérdida de soberanía económica.
Además, Doria Medina fue criticado por mantener relaciones cercanas con personajes que hoy enfrentan cuentas pendientes con la justicia, lo que genera dudas sobre la transparencia y la ética de su entorno político.
Durante el debate, evitó responder directamente a estas acusaciones, lo que avivó las sospechas y las críticas en redes sociales y medios alternativos.
Uno de los momentos más tensos se dio cuando fue interrogado por su relación con Arturo Murillo, exministro de Gobierno prófugo de la justicia boliviana por casos de corrupción.
Aunque Doria Medina intentó desconocer a Murillo, la respuesta fue considerada evasiva y poco creíble por analistas y rivales políticos.
El alcalde de Santa Cruz, Jhonny Fernández, fue especialmente duro en su intervención: “No podemos permitir que quienes estuvieron con los que saquearon el país vengan ahora a presentarse como salvadores”, dijo en alusión directa a Doria Medina y su vínculo con el exministro Murillo.
A esto se suma la falta de propuestas estructurales claras por parte del candidato. Durante el debate en RED UNO, Doria Medina no presentó un plan sólido para reconstruir la economía del país ni explicó cómo enfrentaría la crisis del desempleo, la inflación o el debilitamiento del aparato productivo nacional.
Sus propuestas fueron calificadas por algunos como recicladas, insuficientes y alejadas de la actual realidad nacional.
La participación de Doria Medina en este proceso electoral reabre viejas heridas y pone en debate la legitimidad de los actores que, habiendo tenido ya la oportunidad de gobernar o influir en el rumbo económico del país, hoy buscan nuevamente el poder sin ofrecer respuestas a los errores del pasado. La ciudadanía exige más que slogans y promesas: exige verdad, responsabilidad y un compromiso real con el pueblo boliviano.