En un momento en que Cochabamba avanza con pasos firmes hacia un modelo de desarrollo sostenible, surgen nuevamente sectores políticos que, lejos de aportar soluciones, se dedican a desacreditar la gestión municipal con ataques estériles y una evidente intención de frenar el progreso de la región.
El alcalde Manfred Reyes Villa, quien retornó al país tras años de procesos judiciales que él mismo denunció como parte de una persecución política, ha centrado su gestión en reconstruir una ciudad que estuvo más de dos décadas postergada en infraestructura, servicios básicos y planificación urbana.
Sin embargo, mientras la población observa obras concretas —la mejora del sistema de agua potable, la recuperación integral de la Laguna Alalay y la ejecución de proyectos viales estratégicos— ciertos grupos optan por la política del obstáculo, aquella que busca generar confusión, sembrar desprestigio y colocar intereses partidarios por encima del bienestar colectivo.
Estos actores, que hoy pretenden erigirse como salvadores de la ciudad, recurren a discursos vacíos y a una guerra sucia que nada aporta al debate público. La ciudadanía está cansada de los “mesías” que aparecen sólo para destruir lo que otros están construyendo con esfuerzo, planificación y visión de futuro.
Reyes Villa, respaldado por un pueblo que ha visto resultados palpables, anunció su decisión de postular nuevamente a la Alcaldía: “Seré alcalde porque el pueblo lo decidió. No responderé a quienes hacen política barata; seguiré trabajando por la reconstrucción de Cochabamba”, afirmó.
La ciudad necesita continuidad, estabilidad y gestión técnica, no ataques improvisados ni campañas de odio disfrazadas de fiscalización. En esta coyuntura, Cochabamba debe elegir entre el desarrollo sostenible y la política que destruye, entre el trabajo y el ruido, entre las obras y la desinformación.
El mensaje es claro: la ciudad avanza, y no permitirá que la paralicen nuevamente.



